Sí, había amor. Y mucho. Pero la relación era un infierno y rompisteis. Aun así, pensáis el uno en el otro todo el día.
A los tres meses, un martes a las 2 de la madrugada, no puedes dormir. Coges el móvil y revisas si tu ex ha cambiado la foto de perfil de wasap y su última hora de conexión. Es casi un hábito. Descubres que está en línea. Y simplemente escribes “hola”. Y tu ex responde: “hola”. A partir de ahí, quedamos a cenar. Casi como amigos. A los postres ya hemos vuelto a ser pareja. Porque nos queremos y el amor lo puede todo.
Y en pocos meses se repetirá la secuencia de la ruptura. Sensación profunda de “yo esto ya lo he vivido”. Los amigos, cansados de oír la misma historia y quemados. Algunos te evitan, o miran al infinito cuando les sacas el tema (quizá ni veas esas miradas.) Los familiares con un “ya te lo dije”. Y tú con un “es que soy gilipollas”.
Pero en el fondo y casi en la forma, sigues queriendo a esa persona y esperando, esperando… porque amor y esperanza son dos caras de la misma moneda.
Pero nada ha cambiado sustancialmente. Seguís siendo las mismas personas. Los dos. Con heridas más grandes cada vez. Con más lágrimas. Pero nada ha cambiado. ¿Pero acaso se puede dejar de amar a alguien por un acto de la voluntad? ¿Por decidirlo? Te has enamorado y desenamorado otras veces, pero ni decidiste querer, ni dejar de querer. Vino y se fue. ¿No es así?
El amor no suficiente. Sin amor no hay nada, pero el amor, sólo, no basta. No me meto en teología. Hablo de personas. Junto al quererse, hay otros elementos indispensables:
- La capacidad para comunicarse correctamente.
- Para perdonar y seguir adelante.
- Para renunciar al egocentrismo. Para construir algo en común, un proyecto.
Todo esto se puede resumir en una palabra comodín, generalista y ambigua, pero pertinente. Se llama ser maduro. Sin madurez personal (ojo, no profesional, o social…) el amor no basta.
Me gustaría poder escribir aquí 5 señales, bien sencillas, de que una persona es madura. Haría este post más sencillo de leer, al tiempo que convertiría algo serio en una hamburguesa de fácil digestión. A todos nos gusta una hamburguesa de vez en cuando. Pero es una señal de inmadurez personal sobrevivir intelectual y emocionalmente a base de conceptos e ideas hamburguesadas.
Así que acabaré diciendo algo impopular, sinónimo de desagradable. Ser maduro es aprender a sacrificarse. Es aprender a hacer lo que se debe, no lo que se quiere. Con mayúsculas. La felicidad deriva del deber. Jamás de la comodidad. Constrúyete para amar de verdad.
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